Artículo escrito por María Fernanda Montiel Quiñones, alumna de la Licenciatura en Medicina de la FMBUAP,
miembro del CUDIM (Comité Universitario de Divulgación e Investigación Médica).
Asesor: Dr. Alejandro González Vázquez.
Habits of sleep, and disturbances of the circadian rhythm, have been long identified as important factors to have in mind when it comes to the development of mental health problems such as anxiety or depression. Nowadays, the global population statistics of depression, and anxiety have increased; partly because of the isolation caused since the start of the COVID-19 pandemics. The focus of concern should be made to identify the severity of the impact during this period of time for people’s mental health, and even its role in the actual incidence of suicide.
Key words: Mental health, circadian rhythm, COVID-19, depression.
Desde su aparición a finales del 2019, el virus SARS-CoV-2 ha marcado un antes y después a nivel mundial. El confinamiento masivo impactó el curso de la vida humana, representando una crisis mundial en aspectos socioeconómico, profesional y sanitario reportado por la World Health Organization (1), y que a la postre terminaría afectando la salud mental.
Durante la pandemia, los esfuerzos de la comunidad científica lograron construir un enfoque interdisciplinario para evaluar las repercusiones del COVID-19, incluso más allá de los síntomas típicos, sus efectos en el sistema digestivo, cardiovascular y sistema nervioso central. Observaron que durante el periodo post-COVID-19 los pacientes mostraron algún grado de inmunodepresión y en casos secuelas irreversibles (2). Actualmente, el COVID-19 representa un factor de riesgo que induce alteraciones en los ciclos circadianos que comprometen el estado mental y emocional de los pacientes.
Los ciclos circadianos son considerados relojes biológicos internos encargados de regular procesos fisiológicos que nos permiten desempeñar actividades en periodos de 24 horas. Estos ciclos están influenciados por la exposición de luz y oscuridad, juegan un papel crucial en la salud óptima del sistema inmune, regulación de hambre-saciedad, termorregulación y sueño-vigilia, entre otros. Su importancia radica en la conservación de la homeostasis, pues la alteración de estos ciclos puede tener repercusiones en el estilo de vida de los pacientes. Por lo que si tenemos en consideración el impacto causado por la pandemia de COVID-19, no es una sorpresa que el aislamiento, practicado durante ese periodo, haya afectado la conducta de los individuos. Los estudios demuestran que los desequilibrios circadianos durante la pandemia, son capaces de provocar la aparición de síntomas neuropsiquiátricos como ansiedad, falta de concentración, “fallos” en la memoria o en el peor de los casos depresión (3).
Por un largo tiempo, las alteraciones del sueño-vigilia han sido considerados como un factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, perturbar el funcionamiento gastrointestinal, o estar fuertemente relacionadas con trastornos neurológicos como la ansiedad o depresión, estos últimos han capturado el interés de la comunidad científica debido a que han encabezado las tasas de suicidios alrededor del mundo, agravándose desde la entrada a la pandemia por COVID-19.
Un metaanálisis basado en 79 casos de suicidio y 13 intentos de suicidio relacionados con el aislamiento durante la pandemia de COVID-19, reflejó que la poca higiene del sueño y el insomnio son factores de riesgo (4), también se pudo observar que los pacientes infectados con SARS-CoV2 mostraron síntomas neuropsiquiatricos (5).
2.1 Alteraciones del ciclo circadiano y sus implicaciones en la salud mental durante la pandemia.
Diversos estudios se han encargado de detectar los factores de riesgo que durante el aislamiento por COVID-19 incrementaron los casos de depresión. El aislamiento por sí mismo, a pesar de ser aplicado como una medida de seguridad sanitaria, fue registrado como un agente perturbador de la salud mental. Entre las poblaciones más afectadas estuvieron los trabajadores de la salud de primera línea (6), en ellos se observó una alta demanda laboral (7), poca higiene del sueño y alteraciones orgánicas asociadas al estrés crónico (8). Las modificaciones en los ciclos circadianos en personas jóvenes pueden presentarse de forma directa por medio de patrones marcados de perturbaciones, o indirecta por medio de síntomas que parecerían normales como la falta de sueño, el cansancio y la ansiedad (10).
2.2 Relación entre pensamientos suicidas y los factores de riesgo por COVID-19
La incidencia de desórdenes en la salud mental post-aislamiento demostró haber sido mayor a comparación a otras pandemias, se hipotetizó que la lenta difusión de la información que había sobre el virus COVID-19 retardo el efecto de los planes de acción para prevenir la letalidad de la infección en grupos vulnerables y contrarrestar las afectaciones a largo plazo (11).
La información obtenida sobre los efectos del virus COVID-19 indican que el SARS-CoV-2 presenta un tropismo celular considerable, capaz de afectar al funcionamiento pulmonar, pero también se ha demostrado capaz de afectar otros tejidos y sistemas. La enzima convertidora de angiotensina 2 (ACE-2), ha sido identificada como el receptor viral de entrada para el virus, que por sí mismo, en el caso de SARS-CoV-2 tiene una proteína estructural principal (Spike) que media su entrada a la célula uniéndose a ACE-2, esto explicaría cómo es que este virus es capaz de afectar otros tejidos, comportándose de manera opuesta a lo esperado de un receptor de este tipo interrumpiendo las funciones antiinflamatorias, antioxidantes, y antiateroescleróticas en diversas zonas del cuerpo, ya que ACE-2 está vastamente expresado en zonas ricas en vascularización como los pulmones, riñones, y el cerebro (12).
El ambiente pro-inflamatorio manifestado durante el estrés crónico sobre la actividad del eje hipotalámico-hipofisario-adrenal incrementa la bioactividad de catecolaminas, cortisol y otros neurotransmisores de importancia médica como la serotonina (5-HT). El sistema de 5-HT tiene un papel inductor en la fase no luminosa del ciclo circadiano que prepara el cuerpo para el sueño, sin embargo, en el estrés esta función se pierde y afecta el estado de ánimo de forma invasiva; esto explicaría por qué la serotonina es un blanco farmacológico en trastornos como la depresión (13).
Todas las intervenciones propuestas hasta ahora para reducir los efectos del estrés sobre el sueño-vigilia comparten como objetivo el prevenir las alteraciones del desfase circadiano, y por consecuencia reducir la incidencia de ansiedad y depresión.
Métodos de terapia para restablecer el ciclo circadiano. |
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Terapia de luz |
Actividad física |
Terapia con agonistas de melatonina |
Litio |
Uso de lentes que bloquean la luz azul. |
Efectos y avances en la población con depresión y perturbaciones en el ciclo circadiano (16). |
Corrección circadiana que incrementa la acción molecular de los genes reloj. |
Restablecimiento de los ciclos circadianos. Modelos en roedores, la actividad física aumenta la amplitud de los marcadores circadianos (relación con centro de saciedad, temperatura y secreción de corticosterona, y pulsos de melatonina) |
El receptor de melatonina, puede ser activado por el agonista agomelatina, permite recuperar la periodicidad de los ciclos circadianos en adultos con depresión unipolar. |
Alterar la expresión de genes reloj, aumentando los periodos circadianos, aplazando las fases de sueño-vigilia.
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Ayudan a producir un estado de oscuridad fisiológica y previene el retardo en la actividad de la melatonina en la inducción del sueño.
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La pandemia por COVID-19 provoco una serie de consecuencias, entre las que se incluye la alteración de los ciclos circadianos y su latente conexión con el incremento de las tasas de suicidio. Diversos estudios han sugerido que esta relación se debe a que la desregulación de los ritmos biológicos puede influir en la producción de neurotransmisores clave del funcionamiento del SNC, como la serotonina. Los periodos prolongados de privación de sueño, combinados con la alta exposición a la luz artificial, podrían contribuir a la manifestación o agravamiento de síntomas de ansiedad y depresión, factores que se han vinculado con un mayor riesgo de conductas suicidas.
La calidad del sueño y la regularidad de las actividades recreativas diarias están intrínsecamente ligadas al funcionamiento del ciclo circadiano. Las personas que experimentan un desfase circadiano podrían enfrentarse a dificultades en la regulación de sus emociones, la toma de decisiones y adaptación a situaciones estresantes. Los cuales incrementan la vulnerabilidad de los pacientes en el desarrollo de trastornos mentales, que en casos en los que no se cuenta con una intervención oportuna y eficaz por un profesional de la salud, potencialmente podrían concluir en conductas suicidas.
El impacto de la COVID-19 en los ciclos circadianos hace evidentes sus efectos en la salud mental en épocas post- aislamiento. Comprender la relación entre las alteraciones de los ciclos circadianos y las tasas de suicidio resultan esencial para el desarrollo de estrategias de prevención e intervención de la salud mental. La implementación de medidas que promuevan la estabilidad de los patrones de sueño y vigilia, podrían volverse esenciales en la mitigación de los signos psicológicos exacerbados por la pandemia, y así no solo se atenderán las repercusiones inmediatas de la crisis sanitaria, pero también se establecerán bases para abordar la salud mental post-aislamiento por COVID-19.